Las conductas disruptivas en el aula son definidas como aquellas conductas que influyen negativamente en el proceso docente y/o suponen un grave trastorno para el normal desarrollo de la vida escolar. En definitiva, se trata de alumnado cuyo comportamiento interfiere, molesta, interrumpe e impide la función educativa del equipo docente. Además de ello, también pueden llegar a producir un mal ambiente en el aula.
Para poder gestionar estas situaciones, así como ayudar al alumnado a autorregularse, es importante entender por qué suceden y cómo afrontarlas adecuadamente.
Tipos de conductas disruptivas en el aula
Según un análisis de varios estudios sobre las conductas disruptivas en el aula, estas se pueden clasificar en función del tipo de actividad o comportamiento que se realice:
- Motrices. Consisten en el movimiento físico, como levantarse del asiento, dar vueltas por la clase, desplazar o balancear la silla, saltar, etc.
- Ruidosas. Centradas en emitir cualquier tipo de ruido, tanto con partes del cuerpo como con objetos. Podríamos encontrar conductas como golpear el suelo con los pies y con las manos los asientos, dar palmadas, hacer ruido con papeles o bolígrafos, tirar objetos, etc.
- Verbales. Hablar en voz alta o gritar, cantar, silbar, conversar, llamar al profesorado para llamar su atención, etc.
- Agresivas. Conductas violentas tanto hacia objetos como hacia otras personas. Nos encontraríamos con conductas como pegar, empujar, pellizcar, golpear objetos o con objetos, arrebatar objetos de otras personas, etc.
- De orientación en la clase. Esta clasificación engloba conductas variadas, como serían girar la cabeza o cuerpo hacia otra persona, mostrar objetos para llamar la atención u observar a personas largamente en el tiempo para crear incomodidad.
Desde luego, se aprecian diferencias en las conductas disruptivas en función de la etapa educativa en la que el alumnado se encuentra. En la etapa infantil destacan conductas como estar fuera del sitio, saltar, dar vueltas por la clase, interrumpir, pellizcar y romper y golpear objetos. Mientras que en la etapa primaria destacan las conductas ruidosas, verbales y agresivas. En la etapa de secundaria, las conductas disruptivas se centran en comportamientos verbales, agresivos, injuriosos y rebeldes.
Motivos de las conductas disruptivas
Al igual que con los tipos de conductas, se aprecian diferencias en los motivos que llevan al alumnado a realizar este tipo de comportamientos en función de la edad. En el aula de infantil, se deben generalmente a que el alumnado no ha interiorizado las normas. Sin embargo, al final de la etapa de primaria y durante secundaria, destacan motivos como: aburrimiento en el aula, desinterés por los temas de estudio, problemas emocionales, molestar al profesorado, etc.
Los factores que influyen en este tipo de comportamientos pueden ser de origen externo o interno al centro educativo. Sin embargo, y al igual que todo tipo de comportamiento, estos no responden a un único factor sino que se ven influenciados por todo su entorno. Para conocer más sobre los factores de riesgo externos al centro educativo, puedes leer nuestro artículo “Qué son las conductas disruptivas”.
Con respecto a los factores de riesgo de origen interno al centro educativo, destacan dos grandes causas:
- Metodología docente. Los estilos educativos basados en realizar clases expositivas, centradas en que el profesorado hable sobre la materia, hacen que el alumnado adopte un rol pasivo en su propia educación, limitándose a escuchar las lecciones. Esto, en muchas ocasiones, desmotiva y hace perder la concentración al alumnado, que busca estímulos para mantenerse activo y entretenido.
- Falta de interacción alumnado-profesorado. Si el profesorado mantiene una relación estrictamente educativa con el alumnado, estableciendo una distancia física y emocional, dificulta que el alumnado lo perciba como una figura de autoridad que merece ser respetada, escuchada y tenida en cuenta. Esto facilita el incumplimiento de normas y límites, así como la falta de implicación en el aprendizaje.
Cómo afrontar estas conductas
Independientemente de los factores de riesgo existentes, la buena relación entre el alumnado y el profesorado es fundamental para una convivencia positiva. El alumnado debe percibir el aula y el centro educativo, como un lugar seguro en el que aprender, desarrollarse y relacionarse con sus iguales.
Para ello, es fundamental que participe directa y activamente en su proceso de aprendizaje. Para ello, sería necesario abandonar la metodología docente tradicional de clases magistrales y adoptar una basada en el trabajo colectivo, en la que el alumnado participe e intervenga más allá de escuchar.
Además, la relación con el profesorado es fundamental al poder llegar a convertirse en figuras sólidas de apoyo y protección. Incluso llegando a influir en gran medida en sus estudios y su vida en el centro educativo (y fuera de él). Por ello, es fundamental que el profesorado reconozca al alumnado como parte indispensable del proceso educativo que merece ser tenido en cuenta.
Algunas recomendaciones concretas, extraídas de un estudio realizado a menores con respecto a sus docentes, son:
- Ambiente positivo del aula, de manera que cada persona entienda que tiene un lugar propio dentro de la clase, siendo una parte más del equipo.
- Aun entendiendo los roles diferenciados (y necesarios) entre profesorado y alumnado, que exista una relación directa y personal entre ellos, reconociendo a la otra parte como elemento fundamental en el proceso educativo.
- Participación activa en el aprendizaje, lo que fomenta mejores resultados académicos, así como una mejora en las relaciones con el profesorado e, incluso, entre el propio alumnado.
- Función docente activa, es decir, que el equipo docente exponga y explique los contenidos con verdadera intención de hacerlo, implicándose en la enseñanza. De esta manera, se transmite una buena predisposición al aprendizaje.
- Contar con recursos para manejar las situaciones conflictivas de forma pacífica, racional y equitativa, sin sobredimensionarlas ni aplicar consecuencias desproporcionadas o desigualitarias.
- Posibilidades de progreso reales, de manera que el alumnado perciba que puede mejorar en sus resultados porque sus logros y avances son percibidos y alentados.
Las conductas disruptivas son intrínsecas a la evolución infantil y al proceso de interiorización de normas y límites. Por ello, la organización del espacio en el que se desarrollan, la forma de reaccionar ante estas conductas cuando aparecen y la metodología de su aprendizaje son fundamentales para promover un buen desarrollo infantojuvenil.