Qué son las conductas disruptivas
Las conductas disruptivas se refieren al incumplimiento de normas, límites y desobediencia, que generan malestar tanto en las personas que las realizan como en aquellas que las rodean. Son consideradas conductas antisociales al no ser aceptadas por la mayoría del grupo de iguales o la comunidad. Por eso mismo, puede conllevar sanciones a la persona que las lleva a cabo.
Pueden producirse a cualquier edad, si bien las conductas disruptivas en infancia y adolescencia son más comunes, y pueden deberse a multitud de causas o factores.
Principales factores de riesgo de las conductas disruptivas
Las causas de las conductas disruptivas son tantas como personas que las presentan. Dejando de lado aquellas que responden a una enfermedad mental, que, al contrario de lo que se piensa de forma general, son las que menos ocurren, se pueden encontrar algunos factores de riesgo que responden a fenómenos sociales y educativos.
Uno de los principales factores de riesgo es la exposición a la violencia. Esta exposición puede ser indirecta, como sería el acceso a contenido violento en la televisión, en los videojuegos, en la calle, en internet, etc. Por otro lado, esta exposición puede ser directa, ya sea recibida sobre la propia persona como hacia personas cercanas, como por ejemplo, la violencia doméstica, acoso escolar, etc. Además, las posibilidades se incrementan si junto a la exposición a la violencia se da una mala o negligente gestión de la situación.
Otro factor de riesgo se encuentra en los modelos educativos inconsistentes. Estos se caracterizan por una oscilación radical entre la rigidez de las normas y la permisividad absoluta, lo que dificulta la asimilación de normas y límites, además de generar inseguridad sobre qué conductas están permitidas o no.
La falta de figuras de apego estables y seguras. Estas figuras proporcionan apoyo, protección y cariño, por lo que su falta o inestabilidad puede alterar la integración de hábitos y normas sociales. Por lo tanto, pueden provocar inseguridad, agresividad y desobediencia, dando origen a las conductas disruptivas.
Por último, cabe destacar la incapacidad de la propia gestión emocional. Una falta del desarrollo de la inteligencia emocional, sobre todo en lo referente al autoconocimiento y autorregulación, puede provocar la aparición de estas conductas al no ser capaz de gestionar correctamente la frustración, la ira y la agresividad.
Estrategias para gestionar las conductas disruptivas en la infancia y adolescencia
Tradicionalmente, este tipo de conductas se han “solucionado” con técnicas basadas en el castigo, la agresividad y la imposición. Sin embargo, cada vez más se defiende el uso de técnicas basadas en el respeto, la asertividad y el reconocimiento emocional. Y, sobre todo, la prevención para evitar que aparezcan estas conductas.
A continuación, se presentan las estrategias básicas para gestionar las conductas disruptivas desde una educación positiva. Por supuesto, cada una de ellas deberá ser adaptada a la edad, características, desarrollo madurativo y capacidad de entendimiento de la persona.
Mantener límites claros
Es común encontrar que estas conductas se derivan de la falta de límites o el exceso de las mismas. En estas situaciones, si la persona considera que puede realizar algún comportamiento que modifique o elimine esos límites, consiguiendo aquello que quiere, se favorece que se recurra a las conductas disruptivas de forma repetitiva. Por ello, el establecimiento de límites claros, concretos e inflexibles puede ayudar a reducir las conductas disruptivas o evitar su aparición.
Establecer consecuencias a las conductas disruptivas
Si el comportamiento disruptivo no conlleva ningún tipo de consecuencia es más probable que la persona lo mantenga en su día a día. Las consecuencias deben ser pactadas previamente siempre que sea posible o previsible, además de estar relacionadas con el comportamiento producido para que se produzca un aprendizaje real de la situación.
Fomentar vínculos seguros
Por lo general, las personas que presentan conductas disruptivas tienen muchos sentimientos de inseguridad. Por ello, establecer vínculos de apego sanos basados en la confianza hará que se sientan comprendidas y seguras, y, como consecuencia, disminuyan esas conductas.
Algunas de las características básicas de un apego seguro son:
- Entender su estado emocional.
- Escuchar y prestar atención a sus necesidades y demandas.
- Consolar sin emitir juicios, desprecios o agobios.
- Saber estar presente cuando sea necesario así como dejarle espacio propio.
Anticipación de situaciones
En ocasiones, se puede anticipar la aparición de las conductas disruptivas al conocer las características de las situaciones que las ocasionan, por lo que se puede planificar y anticipar tanto la situación como la respuesta a emitir.
Es normal que este tipo de conductas se produzcan durante la infancia y adolescencia, pues son etapas en las que las personas están aprendiendo a conocerse a sí mismas y a relacionarse adecuadamente con el entorno. Sin embargo, esto no le resta importancia a la necesidad de educar y redirigir estas conductas para que, en la vida adulta, no se recurra a ellas de forma recurrente para comportarse o relacionarse.