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enero 14, 2025
CRECER COVID

Crecer en tiempos de Covid

El confinamiento ha sido difícil de llevar, muy difícil. Levantarse, dar un paseo por el pasillo, desayunar en el comedor, salir a dar una vuelta al balcón, ir al despacho (generalmente la misma habitación de la que has salido poco antes) a teletrabajar, volver a la cocina para comer, descansar en el salón (posiblemente también comedor)…

Si para los adultos ya ha sido difícil de llevar, para los más pequeños no ha sido menos. Ellos, que solo se preocupaban por cosas como a qué jugarían en el recreo o si irían al parque después de salir del colegio, han tenido que aprender a estudiar y jugar en casa, a no ver a sus amigos, a no ir al parque, a no celebrar cumpleaños y, lo más difícil, entender por qué pasaba todo eso.

Cómo afectó el Covid a la infancia

Para empezar, el desarrollo de los menores se basa en tres pilares: educación, alimentación y salud emocional.

Con respecto a la educación, los primeros días fueron una aventura, a los niños les encanta no ir al colegio, tomarse unas mini vacaciones. El problema aparece cuando esta situación se alarga más de lo que esperan, tres días pueden estar bien, cinco son un regalo caído del cielo, pero cuando sobrepasa la semana empiezan a alterarse.

En cuanto a la alimentación, es fundamental para el correcto crecimiento de los más pequeños. El confinamiento tan prolongado derivó en problemas económicos para miles de familias, afectando a la dieta que llevaban en casa y, por consiguiente, a su salud y desarrollo.

Por último, la salud emocional fue la más afectada en este período de tiempo debido, principalmente, a la ruptura de sus rutinas y sus relaciones sociales. Además, aunque no entendieran exactamente qué estaba pasando, sí entendían que sus padres estaban preocupados, y esto, sumado al confinamiento, podría generar estrés y ansiedad, pudiendo derivar en problemas de salud aún más serios.

Efectos del confinamiento

Algunas de las reacciones más observadas en los menores, causadas por el confinamiento, son insomnio, rabietas, pesadillas y miedo general. Además, al privarle a los más pequeños del componente social principal, como son el colegio o el parque, muchos de ellos han retrocedido en su desarrollo de habilidades sociales, manifestando problemas para expresarse, falta de empatía y aumento del egoísmo, entre otros.

A pesar de ser demasiado pronto para que existan investigaciones sobre los efectos del confinamiento en el desarrollo de los más pequeños, los especialistas en desarrollo infantil coinciden en que hay altas probabilidades de que no afecten negativamente en el desarrollo de estos. Esto se debe a que, a edades tempranas, las relaciones sociales más importantes son con los progenitores.

La importancia de la interacción social

Sin embargo, los expertos también destacan que la interacción social es muy importante para el desarrollo del cerebro, a nivel del lenguaje y cognitivo. Si bien es cierto que, lo que más necesitan, es una interacción estable, amorosa y atenta, cosa que pueden proporcionar los padres perfectamente desde la seguridad de sus hogares. 

El problema se podría encontrar en el sentido contrario, de los padres hacia los hijos, por el posible sentimiento de aislamiento que puedan sentir estos y que, de alguna forma, afecte al tipo de interacción que mantienen con los menores. 

Además, los niños son capaces de detectar la tensión o preocupaciones de sus progenitores, pudiendo absorberlas, lo que les podría generar estrés o ansiedad. Esto podría haber provocado en algunos niños una distorsión de la realidad, sobre todo para los más pequeños, puesto que habrán aprendido que la realidad es mantener la distancia con los demás, llevar mascarilla, vigilar lo que se toca, no jugar en los parques, etc.

Aún con todo, y si bien es cierto que los pequeños pueden no haber aprendido a relacionarse con otros niños, no hay evidencias, por el momento, que puedan indicar un problema en su desarrollo social. Es cierto que muchos niños, una vez levantado el confinamiento, han tenido dificultades a la hora de interaccionar con otros, pero esto no implica que hayan desarrollado ningún problema social serio, simplemente tienen que acostumbrarse a su grupo de iguales, del mismo modo que, en su día, tuvieron que acostumbrarse a no salir de casa.

Reintegrarse en el exterior tras el confinamiento

Si fue difícil hacerles entender que no se podía salir de casa, fue aún más difícil decirles que sí se podía salir pero con ciertas medidas. Hubo que enseñarles a llevar siempre puesta la mascarilla, a no jugar en los parques, a desinfectarse las manos siempre que tocaran algo, a no coger cosas al azar como, por ejemplo, tocar juguetes en una tienda, y un sin fin de nuevos comportamientos.

Sin embargo, esta nueva normalidad también tiene sus ventajas. Debido a las medidas restrictivas tomadas en los colegios, los pequeños se juntan en grupos cerrados, los llamados grupos burbujas, que benefician a aquellos niños que tienen dificultades para relacionarse, bien por su forma de ser natural o bien por la pérdida de habilidades sociales a causa del confinamiento.

Y los no tan pequeños…

Con respecto a los adolescentes, vivieron el confinamiento conectados a internet. Esto implica que el principal problema de la vuelta a la nueva normalidad es la recuperación de la vida social cara a cara. Un estudio de la Universidad Complutense de Madrid les señalaba como el grupo social más perjudicado a nivel psicológico. Los jóvenes entre 18 y 24 años eran los que presentaban más síntomas relacionados con la ansiedad y depresión durante el estado de alarma.

Si bien es cierto que los pequeños son los que generan mayor preocupación por ser los más vulnerables, los adolescentes, de por sí, se encuentran en una etapa evolutiva llena de cambios y, el confinamiento solo ha complicado más la dura transición que representa la adolescencia.

 

Alicia Gil – Marzo 2021

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