Hace unas semanas os hablamos sobre las conductas disruptivas en el aula. Os contamos sus tipos, motivos y algunos consejos para conseguir un buen ambiente en el grupo. Por ello, hoy vamos a analizar uno de los recursos más comunes a los que el profesorado suele recurrir en estos casos, la exclusión como medida disciplinaria.
Es común escuchar frases como “Tú, si no te vas a callar, ven aquí a primera fila y siéntate a solas” cuando alguien molesta reiteradamente e interrumpe la clase, imposibilitando la labor docente, pero… ¿Es una medida efectiva o recomendable para tratar con alumnado conflictivo?
Antes de continuar, cabe destacar que cada vez existen más docentes que aplican un estilo positivo en el aula para favorecer el desarrollo académico y emocional. Sin embargo, queda mucho camino por recorrer. No debemos olvidar el fin a conseguir, que tanto el equipo docente como las medidas disciplinarias se alejen del sistema basado en el castigo.
Modalidades de exclusión
Aislamiento psicológico
Es común durante las clases y consiste en el aislamiento del resto del grupo, manteniendo a la persona en la misma sala. También se puede poner en evidencia con el componente de exposición pública que ello implica.
Este tipo de exclusión puede adoptar diferentes manifestaciones que van desde comentarios o “bromas” hasta la separación física dentro del propio grupo. Los comentarios pueden ir orientados a menospreciar o poner en evidencia al alumnado con respecto a su comportamiento, deberes o falta de ellos, resultados académicos, falta de atención, etc. Mientras que la separación física puede producirse con conductas como alejar su mesa del grupo, hacer que no utilice la silla o castigar con mirar hacia la pared. Si bien son técnicas en desuso, os sorprendería la cantidad de personas que siguen recurriendo a ellas.
Aislamiento físico
Este tipo de aislamiento consiste en excluir al alumnado del resto del grupo, siendo sacarle de la clase la manifestación clásica de esta modalidad. Muchas veces se acude a este recurso con la intención de que se calmen, aludiendo vagamente a la técnica de relajación de tiempo fuera.
La técnica de tiempo fuera consiste en que una persona, ante un estímulo externo alterante, se separa mental o físicamente de la situación que provoca la activación emocional no deseada para recuperar la serenidad.
Sin embargo, esta finalidad no se consigue si no se ha explicado previamente la técnica ni, además, si se impone como castigo y no como solución. Por lo tanto, si bien el alumnado parece volver relajado de ese tiempo fuera, realmente vuelve reprimido y abochornado ante el grupo. O, por otro lado, vuelve alegre porque ha conseguido salir del aula y no participar en las explicaciones o actividades de la clase.
Otro tipo de modalidad del aislamiento físico es el clásico castigo sin recreo, que consiste en impedir al alumnado salir al patio con su grupo de iguales. Por el contrario, se queda en la biblioteca o aula habilitada como “aula de convivencia”. Esta medida no solo supone un problema para el descanso del alumnado. Además, implica una exclusión, ya que le impedimos participar en uno de los grandes momentos de socialización del horario académico como es el recreo.
La modalidad más extrema de este tipo de exclusión sería la expulsión del centro, contemplada expresamente como medida disciplinaria en los centros educativos. En muchas ocasiones, este castigo se debe a la falta de asistencia al centro educativo sin motivo justificado. Es decir, el alumnado “se pela” las clases y la consecuencia es impedirle oficialmente no ir a clase. ¿Cuál es la finalidad de esta medida si es lo mismo que ya estaba haciendo sin autorización?
Consecuencias de la exclusión como medida disciplinaria
Como siempre decimos, no se puede establecer un listado tasado de consecuencias para ningún hecho puesto que dependen completamente de las características de la persona en concreto. Sin embargo, algunas consecuencias más comunes o esperables son las siguientes:
- Frustración. El alumnado se frustra al sentirse excluido sistemáticamente al llevar a cabo una conducta reprochable y no haber tenido opción de alcanzar otro tipo de solución.
- Rencor y apatía. Cuando no se explica o no se comprende la razón de la exclusión, el alumnado se considera víctima de una injusticia. Esto provoca resentimiento hacia la figura de autoridad.
- Temor por la incidencia del castigo en la calificación académica. Aun obteniendo buenos resultados académicos, el alumnado que es castigado por su comportamiento puede considerar que el equipo docente no evaluarán sus notas de la misma manera que al resto de iguales, creyendo que valorarán negativa o injustamente sus resultados.
- Exclusión del grupo de iguales. Los castigos de aislamiento pueden impedir al alumnado participar de las actividades del centro educativo y del grupo de iguales, imprescindibles para crear y fortalecer lazos de unión con sus semejantes. Además, al no sentirse parte del grupo, va a ser más complicado que participe en las actividades conjuntas o que mantenga una buena convivencia.
- Estigmatización. Algunas de las conductas de aislamiento promovidas por docentes provocan que el alumnado se convierta en el centro de atención al destacar alguna de sus características. Esto puede derivar en una estigmatización por parte del grupo de iguales.
- Inhibición del desarrollo. Ante mensajes y castigos de exclusión y rechazo, se puede provocar en el alumnado la pérdida de la voluntad de aprender y participar, lo que disminuye sus resultados académicos.
- Abandono escolar por exceso de reprobación. Cuando el grado de inhibición del desarrollo aumenta, el alumnado se considera inservible para la mayoría de las actividades. En muchas circunstancias, esto provoca el abandono académico.
- Control del grupo por temor. Al presentar escarmientos públicos al alumnado que no cumple con las expectativas o normas docentes, se genera en la clase temor y tensión de sufrir estos castigos siempre que no se cumplan con unos estándares.
Todas estas consecuencias de la exclusión como medida disciplinaria pueden derivar en dos circunstancias. Por un lado, que el alumnado se cohiba en su comportamiento y, por otro, que se rebele y cometa más actos de rebeldía. En cualquier caso, las dos situaciones favorecen el aumento de la exclusión.
Medidas disciplinarias alternativas
En lugar de pretender castigar o escarmentar al alumnado “rebelde”, el equipo docente debería promover en el estudiantado el interés por el aprendizaje. Esto se puede conseguir invitándoles a lograr un cambio en sus estudios y mejorar su actitud hacia el proceso educativo.
La mejor forma de conseguir la implicación del estudiantado en el proceso educativo es mediante su participación reflexiva y activa. Para ello, se recomienda que las prácticas docentes promuevan ambientes de aprendizaje donde el alumnado sea percibido como personas en lugar de sujetos pasivos de la educación. Además, cabe tener siempre presente que el centro educativo es un espacio de aprendizaje cultural, intelectual y emocional.
La exclusión como medida disciplinaria no demuestra aptitudes docentes correctas o adecuadas en el manejo de un grupo. Tampoco es el triunfo de la responsabilidad educadora sino la perpetuación de ideas arcaicas o la educación basada en el miedo. Sin embargo, en ocasiones será necesario acudir a las técnicas de tiempo fuera para ayudar a la relajación del alumnado alterado. En cualquier caso, esta técnica se debe poner en práctica de la manera correcta y no imponer como castigo sino como ayuda.