Los límites y consecuencias en la educación positiva tienen como objetivo principal el respeto y la empatía para lograr un buen desarrollo del comportamiento. Se aleja del cumplimiento estricto de normas del estilo autoritario mediante la proposición de alternativas, a la vez que se establecen límites para evitar un estilo permisivo. Se busca educar a partir del sí, sin olvidar la utilización del no en los casos necesarios.
Límites y normas
Los límites y normas en la disciplina positiva se alejan de la concepción clásica propia de la disciplina autoritaria en la que se pretende que se cumplan los mandatos de las personas adultas por propia comodidad. De este modo, los límites en la educación positiva se conciben como un medio para conseguir una correcta interacción con el medio. Permiten enseñar lo que está bien y mal tanto por un peligro para la seguridad como por la forma adecuada de relacionarse con otras personas.
Los límites y normas van más allá de establecer una serie de reglas que deben seguir, implicando transmitir habilidades, así como dando la oportunidad de que experimenten con su entorno, descubran sus habilidades y aprendan por sus propios medios.
Consecuencias
El objetivo de las consecuencias no es escarmentar, vengarse o hacer sufrir sino detener la mala conducta y encontrarle una solución. Por lo tanto, para que realmente sean consecuencias y no castigos enmascarados deben ser lógicas y aportar un aprendizaje real.
Para ello, las consecuencias deben cumplir cuatro características esenciales:
- Relacionadas con la conducta.
- Respetuosas, sin avergonzar ni culpar.
- Racionales.
- Reveladas con anterioridad.
Para hacer un buen uso de las consecuencias, estas solo deben usarse cuando no se encuentra una alternativa mejor. De esta manera, es preferible acudir a otros recursos y, como última alternativa, acudir a las consecuencias.
Un recurso sería el enfoque en soluciones. Esto consiste en, como su propio nombre indica, buscar una solución a la conducta realizada. Por ejemplo, si se ha pintado el sofá, la solución será limpiarlo. Otro recurso sería el rincón de la calma. En este caso, ante estallidos emocionales, se acude al rincón de la calma, que debe ser preparado previamente con objetos y juguetes apacibles. Esta sería una adaptación de la técnica de relajación de “tiempo fuera” utilizada en edades mayores.
Beneficios de este estilo educativo
Los límites y consecuencias en la educación positiva se basan en el respeto y la consideración del aspecto emocional, lo que conlleva múltiples beneficios para el desarrollo.
En primer lugar, fomenta la conexión entre los miembros de la familia puesto que genera un espacio en el que entender el mundo y la realidad de los y las infantes, permitiendo así la relación desde la comprensión y la empatía. Esto favorece la creación de un vínculo sano y fuerte.
Por otro lado, ayuda a mantener un clima de armonía en la familia. Esto se debe, principalmente, a que todas las personas del hogar se sienten respetadas y tenidas en cuenta. Además, fomenta la cooperación y evita las discusiones de poder, puesto que las dinámicas se centran en la conciencia de equipo y el sentido de pertenencia.
Otro de sus beneficios es que favorece el desarrollo de una autoestima sana. Esto se debe a que se fomenta la toma de decisiones autónoma, permitiendo la interacción libre y la experimentación con el entorno dentro de los límites de seguridad establecidos.
En definitiva, la educación positiva es eficaz a largo plazo puesto que actúa en la raíz del problema y no se limita a detener una conducta sino a modificarla desde su origen. A diferencia del estilo autoritario en el que, si bien es cierto que es más eficaz para detener rápidamente un comportamiento, no produce un aprendizaje y el problema vuelve a aparecer.
Algunos consejos para la educación positiva
A continuación, os incluimos algunos de los consejos más comunes para que los límites y consecuencias en la educación positiva surtan efecto.
- Comprender su manera de ser. No hay dos personas iguales, independientemente de la edad. Por ello, es importante tener en cuenta la forma de ser de cada menor para adecuar nuestros discursos, normas, límites y consecuencias adecuadamente.
- Respetar sus emociones. Es importante tener en cuenta que, al igual que las personas adultas, tienen todo el derecho a enfadarse, molestarse, estar tristes o felices. Lo importante en estos momentos es acompañarles en el proceso y guiarles para que hagan una buena gestión de esas emociones fuertes.
- Mantener la firmeza de las decisiones. Se debe mantener la consistencia de las normas y límites en todas las circunstancias y momentos, sin hacer distinciones, para ayudar a afianzar los comportamientos deseados.
- Discurso positivo. Resulta muy efectivo comunicar los límites y normas en función del comportamiento que se busca en lugar de destacar el comportamiento no deseado.
- Educación proactiva. El desarrollo y crecimiento se produce por fases por lo que es muy importante adaptarse a cada etapa evolutiva. Esto implica modificar las normas, límites y consecuencias en función de la edad y desarrollo madurativo.
El consejo estrella en el que se basan todos los anteriores y, a su vez, la premisa que guía el estilo educativo es que los niños y niñas, al igual que las personas adultas, actúan mejor cuando se sienten mejor.
Desde luego, existen muchos más y lo realmente complicado es llevarlos a la práctica. Puede que no seas capaz de mantener este estilo educativo en el 100% de las situaciones, pero es algo completamente normal y lo importante es que identifiques las situaciones en las que te has excedido y las rectifiques. Recuerda que pedir perdón no es rendirse ni mostrar debilidad, es asumir tu responsabilidad ante una determinada situación y eso, ante menores, también implica un aprendizaje.