Seguro que todo el mundo ha escuchado, o dicho, esta frase en algún momento a algún o alguna peque. O quizá la variante de “¿me das un besito?”. Esta conducta inocente y, por supuesto, bienintencionada no deja de instar a un o una menor a mostrar un gesto de cariño, con contacto físico, que no se produciría de manera genuina, con el riesgo que esto conlleva, y es que los niños y niñas normalicen que un adulto o adulta les diga lo que deben hacer con su cuerpo. Y esta situación que puede ser aprovechada por un posible agresor o agresora de abuso sexual infantil.
¿Qué es el ASI?
Empecemos por el principio, ¿qué es el abuso sexual infantil o ASI? El ASI se define como la imposición por parte de una persona adulta o de otro u otra menor de una actividad de carácter sexual a un niño, niña o adolescente aprovechando la desigualdad de poder para obtener una satisfacción sexual. Puede ser más o menos violento y, a su vez, englobar diversas conductas y actos sexuales.
Es importante recordar que cualquier conducta de carácter sexual realizada por una persona adulta hacia un o una menor de 16 años se considera agresión sexual, ya que antes de esta edad los y las menores no tienen capacidad de consentimiento sexual en nuestro ordenamiento.
Prevalencia del abuso sexual infantil
Respecto a la prevalencia de estas conductas, se estima que en el mundo 1 de cada 5 menores ha sufrido abuso sexual infantil. En España, este abuso viene en el 84% de los casos por parte de gente conocida, suponiendo el 49,5% personas del entorno familiar (Save The Children, 2021).
Las víctimas no suelen contar que están sufriendo abuso, generalmente por miedo a la reacción del resto de personas, culpabilidad, vergüenza o desconocimiento.
Consecuencias del abuso sexual infantil
Las consecuencias del ASI son múltiples y la mayoría de ellas permanecerán durante la vida adulta. Por una lado, las consecuencias directas del ASI, que se pueden manifestar al momento de sufrirlo, son: malestar físico generalizado, irritación o molestia en las partes íntimas, regresiones conductuales, terror y pánico, depresión y ansiedad, problemas de atención y concentración, aislamiento, culpa e ideaciones y conductas suicidas.
Entre las consecuencias a largo plazo más comunes destacan: depresión, ansiedad, baja autoestima, problemas en las relaciones sexuales, TEPT, trastorno disociativo, abuso de sustancias y conductas autodestructivas.
Cómo detectarlo
Para detectar el ASI es importante prestar atención al niño o niña y sobre todo a cualquier cambio que pueda sufrir. Alguno de los indicadores que se observan con más frecuencia son: cambios en su conducta sin motivo aparente, terrores nocturnos, conducta o conocimiento sexual no adecuado a su edad, molestias, picores o malestar en la zona íntima, regresiones en la conducta como hacerse pis en la cama, perder autonomía o no querer dormir solo o sola.
También se debe prestar especial atención a los dibujos que realiza o relatos que escribe, cómo juega y las pesadillas o miedos recurrentes que pueda tener, pues a través de ellos puede estar contando lo que está sufriendo.
Además puede sentir rechazo hacia su cuerpo y sentirse avergonzado o avergonzada de mostrarlo.
Cómo prevenirlo
El agresor o agresora de ASI suele utilizar manipulaciones para conseguir la colaboración de la víctima y obligarla a hacer aquello que no quiere, por eso, empezábamos el artículo hablando sobre la importancia de no instar a los y las menores a realizar muestras de cariño que no les salgan de forma natural. Además, es importante explicar este hecho, es decir, dejarles claro que nadie puede obligarles a hacer algo que ellos o ellas no quieran hacer y que su cuerpo es suyo y nadie lo debe tocar sin permiso ni justificación.
Por otro lado, la estrategia más eficaz para prevenir el ASI es una correcta educación sexual. Desde pequeños o pequeñas, siempre adaptado a su edad y nivel de desarrollo, es importante explicarles la sexualidad. Hablarle sobre sus genitales y su función, sobre su cuerpo y sobre el derecho sobre él y a decir NO. También es importante que a la hora de vestirle, bañarle y demás actividades que impliquen tocar su cuerpo, se les pida permiso, de modo que el o la menor comprenda que tiene poder de decisión sobre su cuerpo y que debe dar consentimiento.
Por último, debemos explicarles que no se deben guardar secretos en familia, especialmente aquellos que nos hacen sentir mal o nos entristecen. Siguiendo estas pautas desde los primeros años, disminuiremos el riesgo de sufrir ASI en la infancia o la adolescencia.