El acoso escolar es una conducta de persecución física y psicológica que realiza la persona o grupo agresor contra la víctima de forma reiterada e intencionada, en el contexto escolar. Por tanto, es una situación marcada por los sentimientos negativos, tanto para la víctima y su familia como para el grupo espectador. Entre todos estos sentimientos y emociones que genera el acoso, hoy queremos destacar la culpa.
¿Qué es exactamente la culpa?
Aunque todo el mundo conoce y sabe lo que es el sentimiento de culpa, esta emoción es difícil de definir. Una aproximación sería: malestar o dolor percibido al haber, generalmente, transgredido una norma ética, social o personal y que de dicha transgresión haya producido un daño o decepción en otra persona o en la propia persona. También, de manera más sencilla, podemos definirla como la sensación de malestar de sentirse responsable de un hecho negativo.
Con estas definiciones, podríamos pensar que la culpa en el acoso escolar es una emoción predominante en la persona o grupo agresor. Sin embargo, quién más experimenta este sentimiento negativo es la víctima, seguido por su familia y, en algunos casos, el grupo espectador.
La culpabilidad de la víctima ante el acoso escolar
Comenzando por la víctima, su sentimiento de culpa tiene dos posibles orígenes, que generalmente convergen entre sí. En primer lugar, la persona o grupo agresor suele valerse de alguna característica de la víctima como excusa para comenzar el ataque. Los motivos más comunes según los estudios son su aspecto físico, las cosas que hace o dice, sus notas, su cultura, raza o religión, y su orientación sexual, entre otros.
De este modo, el acoso se centra en atacar esta característica de la víctima. A ojos de la persona o grupo agresor, esta es motivo de burlas y agresiones. Por tanto, estos ataques reiterados hacia dicha característica personal harán que la víctima acabe responsabilizándose de las agresiones. Llegando a pensar que, en efecto, esa característica es negativa y que de no poseerla no estaría siendo víctima del acoso sufrido.
Este sentimiento se refuerza con la participación del grupo espectador o cómplice que, desde su silencio o sus risas, reenvíos, etc., muestran apoyo implícito a la persona o grupo agresor. Acrecentando la idea de que, efectivamente, existe un motivo para realizar ese acoso.
Por otro lado, en el acoso escolar existe desigualdad entre la víctima y la persona o grupo agresor. Esta desigualdad puede ser numérica, física o edad, entre otras. De este modo, la víctima se encuentra en una posición de la que difícilmente podrá salir por sí sola. A pesar de ello, la víctima se siente responsable de no haber parado la situación antes o de seguir “permitiendo” que sus compañeros o compañeras le acosen.
En la etapa adolescente se busca la independencia y la autodeterminación. Por tanto, está muy extendida la idea de que cada persona ha de resolver sus propios problemas. Pedir ayuda, especialmente a las personas adultas, es visto como un motivo de debilidad. Este hecho hace que nadie quiera “chivarse” de que está sufriendo acoso y se sientan culpables de no gestionar la situación por su propia mano. Llegando a pensar incluso que son débiles y que merecen recibir ese acoso por no actuar.
Esta culpa, junto con el miedo y la vergüenza, son las principales emociones que hacen que las víctimas no pidan ayuda al sufrir acoso escolar. Además, se encuentra la desigualdad que acabamos de comentar, la idea de que cada persona ha de resolver sus propios problemas y el hecho de no querer preocupar a su familia.
La culpa en las familias y el grupo espectador
Respecto a la familia de la víctima, también es común que compartan este sentimiento de culpa. Cuando sufrimos una situación negativa, una de las reacciones naturales es buscar por qué se ha producido, es decir, buscar culpables.
Dependiendo de las familias, una parte de ellas encontrará la responsabilidad en sí mismas. Esta culpabilidad se hará mayor si el tiempo transcurre y la situación de acoso no finaliza, pensando que podrían estar haciendo más o podrían haber actuado antes.
Por último se encuentra el grupo espectador que no actúa ante el acoso por miedo o inseguridad. Se trata de aquel alumnado que observa una situación de acoso escolar, comprende el sufrimiento de la víctima y le gustaría ayudarla. No obstante, no se atreve a dar el paso debido al miedo a la reacción de la persona o grupo agresor e, incluso, del resto de la clase.
Pero, ¿y la persona o grupo agresor?
Recapitulando, casi todas las partes implicadas en una situación de acoso escolar comparten, por un motivo u otro, ese sentimiento de culpa ante las circunstancias. Paradójicamente, la única persona o grupo que realmente es responsable de que el acoso se realice, los agresores y agresoras, son los que menos experimentan esta emoción.
Los motivos de esta falta de culpa son varios. Entre ellos podemos encontrar falta de empatía, difusión de la responsabilidad al actuar en grupo, falta de reconocimiento de la gravedad de sus conductas o distorsiones cognitivas que culpan a la víctima de lo que está sucediendo.
¿Te gustaría que dedicásemos un artículo a esta falta de culpa por parte de la persona o grupo agresor?