La adolescencia, etapa difícil por sí misma. La adolescencia confinada, más difícil todavía.
Como padres, la educación y convivencia con un hijo adolescente no es fácil, pero el confinamiento ha arrojado datos fatales derivados de la convivencia durante más de tres meses entre padres y adolescentes, sin descanso, sin rutinas con las que evadirse, sin más posibilidad que verse la cara unos a otros durante todo el día, o como se diría actualmente, 24/7 juntos.
¿Qué es la violencia filio-parental?
Este tipo de violencia es un problema social invisible que engloba conductas reiteradas de violencia física o psicológica de los hijos/as hacia los progenitores, tutores, o figuras que ocupen esta posición. Desde que se recogen datos sobre este tipo de violencia, se ha evidenciado el aumento de la misma, año tras año se reportan más casos de violencia filioparental. Y, de repente, llega 2020 y un confinamiento que obliga a padres e hijos a convivir en hogares en los que ya existía tensión previa o que se genera debido al estrés y la ansiedad derivada de la situación.
El cierre de escuelas, la ausencia de rutina y la obligación de permanecer en casa fueron determinantes para provocar el incremento de la violencia filio-parental. En algunos casos, los adolescentes que presentan conductas violentas hacia los progenitores son personas con necesidades especiales, que se vieron muy afectados por el confinamiento y les llevó a estados más vulnerables, volátiles o explosivos.
Pero, en otras ocasiones, los episodios de violencia vienen de hijos adaptados, sin necesidades especiales, que pueden presentar o desarrollar conductas antisociales o no, pero que se ven saturados por la situación derivada del confinamiento y que descargan su frustración con sus familias.
Ciclo de la violencia filio-parental
Al igual que otros tipos de violencia, la filio-parental se divide en tres fases cíclicas.
- Acumulación de tensión. Un enfrentamiento cotidiano entre hijos y progenitores provoca que la tensión aumente. En esta etapa puede que los padres se muestren conciliadores o con una actitud más suave o relajada, lo que el menor puede interpretar como sumisión, dando lugar a un mayor autoritarismo. Aumentando la tiranía del adolescente, los padres tenderán a endurecer su respuesta con el objetivo de recuperar la autoridad, abriendo la puerta a la segunda fase.
- Explosión. Se producen ataques de violencia física o psicológica que pueden desconcertar o dejar sin herramientas de control a los padres, lo que se reafirma en el menor como una victoria sobre estos.
- Arrepentimiento. Después del episodio violento, el menor puede presentar remordimientos, pero no durarán mucho, ya que poco a poco se va acortando la distancia temporal entre fases y el ciclo se reiniciará.
¿Convivencia o supervivencia?
Amalgama7, junto con Fundación Portal, han realizado el estudio Familias, Adolescentes y COVID-19: ¿convivencia o supervivencia?, que analiza los comportamientos de adolescentes y sus familias durante la crisis sanitaria.
Este estudio reporta que más del 50% de las familias con hijos de entre 14 y 18 años ha tenido malas experiencias durante el confinamiento que han empeorado la convivencia familiar. El 58.3% de los encuestados informó de que las contestaciones de sus hijos habían empeorado, llegando a producirse insultos hacia los padres. Muchos padres reportaron que sentían que habían perdido la autoridad, pasando a estar en manos de los adolescentes. Dejar pasar las malas contestaciones y los insultos leves hace que aumenten, pues el adolescente cada vez siente un poder mayor, llegando incluso a la agresión física.
El confinamiento ha provocado que cualquier pequeño conflicto se magnifique hasta niveles insospechados, que los adolescentes se aislen, que no respondan ante peticiones de sus padres y que desatiendan las restricciones del Estado de Alarma (llegando multas que acaban pagando los padres y que hacen que aumente la frustración y la tensión).
Violencia invisible
Este tipo de violencia es, en la mayoría de las ocasiones, invisible. Esto provoca que los padres sientan vergüenza de informar sobre la situación, o culpabilidad en caso de plantearse denunciar a sus hijos, pero es muy importante pedir ayuda externa temprana en estas circunstancias, ya que es improbable que la situación mejore por sí misma, por lo que el sufrimiento de los progenitores solo irá en aumento. Además, aparecen sentimientos de frustración y culpabilidad por pensar que no han sabido educar a sus hijos o, en casos extremos, acaban siendo víctimas de lesiones graves.
En caso de estar sufriendo violencia filio-parental, puedes ponerte en contacto con la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer de la Policía Nacional de tu provincia o Comunidad Autónoma; con asociaciones como Amalgama7, Fundación Portal, Asociación Filio; o la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental (SEVIFIP).
Lucía Montes – Marzo 2021